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por Jean-Marc Sanchez

Directeur Marketing Technique



Masanobu Fukuoka escribe en el prólogo de su libro La agricultura natural: «La idea fundamental de la agricultura natural es que la naturaleza debe quedar libre de cualquier injerencia e intervención humana. Esta trata de restaurar la naturaleza destruida por el saber y la acción del hombre…». Establece como principio básico que la agricultura está «desordenada» por el hombre.

¿No es el propio principio de la agricultura alimentar al hombre?

1 - La intervención humana en medio de las cosechas

Definición de la agricultura según una enciclopedia: «conjunto de actividades desarrolladas por el hombre, en un medio biológico y socioeconómico dado, para obtener los productos vegetales y animales que le son útiles, en particular aquellos destinados a su alimentación».

Entonces, ¿es la agricultura natural una figura de estilo poético, un oxímoron? ¿Cuántos hectolitros/ha podría producir una viña sin intervención humana?

El simple hecho de existir es intervencionista y destructor, nosotros somos, por naturaleza, consumidores de recursos. Por no hablar de nuestra tendencia a reproducirnos.

2 - Nuestros ancestros las bacterias

Aparecidas hace unos 4 mil millones de años, siguen multiplicándose, intentando inexorablemente ocupar el máximo espacio y entorno. Cualquier jugada está permitida en esta lucha por la vida:

  • Competición por los nutrimentos
  • Competición por el espacio
  • Destrucción del enemigo

La naturaleza evoluciona, se equilibra de forma diferente, formada por estas luchas intestinas.

3 - ¿Es la intervención del hombre «natural»?

Imaginemos una agricultura con menos insumos, sin trabajos inútiles con el objetivo de alimentarnos mejor, y durante más tiempo.

La inoculación de microorganismos

Desde la antigüedad, la humanidad se sirve de microorganismos para fermentar el zumo de uva, fabricar nuestros alimentos. ¡Las bacterias lácticas que fabrican nuestros quesos proceden originalmente de los suelos antes de colonizar el rumen de las vacas!
La inoculación consiste en «inyectar» en un entorno un microorganismo seleccionado y producido por el hombre. ¿Y es un acto antinatural?

¿Se puede modificar de forma sostenible el entorno?

Louis Pasteur decía: «el microbio no es nada, el terreno lo es todo» La capacidad que tenga un microbio, para multiplicarse en el entorno, determinará su longevidad y su dinámica de población.
Es ilusorio creer que la inoculación de un suelo resolverá ad vitam aeternam los problemas de mineralización, bloqueo de elementos nutritivos y otros desequilibrios. Incluso cuando se añade en gran cantidad, un microorganismo seleccionado por sus propiedades agronómicas competirá a la fuerza con los microorganismos indígenas que están, por definición, bien adaptados al entorno.

La inoculación de plantas, por el contrario, puede durar tanto como vivan las plantas huéspedes.

(1) Las plantas con alta densidad de raíces son tratadas con un inoculante micorrizante cuyos beneficios pueden durar tanto como las plantas huésped. (2) Los beneficios benefician a los cultivos de rotación plantados en las cercanías.

Es, por ejemplo, el principio de las bacterias rizosféricas, que también se denominan PGPR (Plant Growth Promoting Rhizobacteria = rizobacterias que favorecen el crecimiento de las plantas), que viven en la rizosfera, es decir, la zona del suelo de proximidad inmediata a las raíces. Estas PGPR son atraídas y fidelizadas por los exudados radiculares liberados por la planta, de los que ellas se alimentan y que las ayudan a fijarse a las raíces. A cambio, estas rizobacterias tienen comportamientos beneficiosos para la planta (solubilización del fósforo, quelación de minerales, etc).
Otro ejemplo es el de los hongos micorrícicos que forman una relación simbiótica con la planta, recuperando el azúcar procedente de la fotosíntesis, pero ofreciendo a cambio redes miceliales que prolongarán las raíces y permitirán a la planta una exploración del suelo mucho más minuciosa y exhaustiva, y, por lo tanto, una mejor nutrición.

4 - Conclusión

Si los agricultores desean actuar de la forma más natural posible para conservar el estado productivo de su suelo con el paso del tiempo, no pueden hacer otra cosa que implicarse en su preservación.

Y si el suelo es la base de todo, no es suficiente tampoco con pasar por alto la protección del vegetal o la optimización de las plantas y semillas.

De hecho, ¿cómo imaginar una agricultura sostenible que no considere los rendimientos? Producir de forma cuantitativa y cualitativa siempre ha sido el objetivo de la agricultura. Con el aumento de la población mundial y la disminución de las superficies agrícolas o incluso la degradación de los suelos, es la ciencia y no las creencias o prácticas de otros tiempos la que será capaz de ayudar a asumir los retos de una agricultura nueva. La que alimentará correctamente al ser humano al mismo tiempo que integrará las imposiciones medioambientales.

La inoculación de las plantas mediante las simbiosis forma parte de esta vía, pero no es la única.

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